lunes, 18 de mayo de 2009

Reflexiones alrededor de la vida y la muerte de Antonio Vega

Con este texto del director de EFE EME queremos recordar con rapidez pero con rigor la trayectoria de Antonio Vega, sin obviar la sorpresa ante la repercusión mediática que su muerte ha alcanzado. Hoy parece que todos conocían a Vega, que todos tararearon sus canciones. Y ni tanto, ni tan poco.Texto: JUAN PUCHADES.Foto: JERÓNIMO ÁLVAREZ.La colección de tópicos que muestran los titulares de prensa provoca escalofríos. Tantos como daba la imagen de Antonio Vega en los últimos años. A mí, por lo menos, me ponía de los nervios ver a ese músico que parecía mantenerse en pie o sentado en un taburete con un aliento de vida que no sabías muy bien de dónde salía. Sin embargo, pese a su perfil afilado y oscuro, Antonio Vega lograba que su frágil voz siguiera ahí, casi tan conmovedora como siempre. Como lograba, inesperadamente, rasgar la guitarra e, incluso, perderse con ella en filigranas de esas que tanto le gustaban.Desde luego, en ese Vega que durante la última década parecía estar al borde del último suspiro poco se podía reconocer la imagen del que en 1980 a algunos nos deslumbró con la incontenible efervescencia del pop inmediato y clásico que facturó en el prodigioso primer LP de Nacha Pop. Un álbum –producido con mucho acierto por Teddy Bautista–, pleno de fogonazos escritos tanto por él –los más intimistas y sensibles— como por su primo Nacho García Vega –los más lúdicos y callejeros–; un dúo que en su mixtura de estéticas creativas contrapuestas siempre funcionó y definió el carácter y el sonido de la obra de los Nacha. Para quienes por entonces éramos adolescentes y estábamos convencidos de que el pop español, vía Nueva Ola, estaba por cambiar totalmente la música joven en nuestro país, aquel debut fue (es) una de nuestras piedras filosofales. Pero Nacha Pop fue un grupo sin demasiada suerte: A un gigantesco y monumental segundo disco, Buena disposición (1982), le siguió, tras salir por la puerta falsa del sello Hispavox, el robusto pero menos inspirado y más crudo Más números, otras letras (1983. LP que, tal vez, necesite ser recuperado), editado ya en una independiente (DRO). Sin embargo, lo que son las cosas, sería con un maxisingle cuando muchos mirarían hacia Nacha Pop y hacia Antonio Vega como compositor. Sí, lo que no consiguió ni "Chica de ayer" –que devendría "clásico" con el transcurrir de los años– ni "Atrás", lo logró la canción que encabezaba (en dos versiones, con grupo y solo a piano y voz) en 1984 el mencionado maxisingle: "Una décima de segundo más". Nadie tenía ni idea de qué trataba aquella letra opaca –lo que permitía, sabiendo del viaje con la heroína por compañera que había iniciado Antonio, especular sin descanso–, pero de lo que no cabía duda era de que ese tema tenía algo muy especial y mostraba a un compositor enormemente sensible.Quizá fue "Una décima de segundo más" lo que motivó que Nacha Pop saltara a una multinacional, Polydor, ganando en sucesivas entregas en repercusión mediática y en calidad sonora pero perdiendo en chispa. Y es que los discos –Dibujos animados (1985) y El momento (1988)– ya no tenían el empuje de antaño. La "magia y precisión" había dado paso sólo a unas mayores dosis de precisión: arreglos más elaborados, sonido más "actual" –lo que en los años 80 daba mucho miedo, y cuyo resultado es de sobra conocido– y un Antonio Vega que parecía escribir cada vez más hacia dentro. Su escritura se tornaba más hermética y su pasión astrónoma se trasladaba a los versos.Pero, sorpresa, el último disco de los Nacha, el directo 80-88 (1988) logra vender cifras hasta entonces desconocidas para ellos cuando marcaba justo el final del grupo, el testamento de una de las formaciones esenciales de la Nueva Ola. Ese movimiento sobre el que bastantes integrantes de La Movida trataron de pasar por encima y del que, prácticamente, sólo sobrevivieron (sobreviven) Los Secretos. Gentes a las que se les acusó de poco o nada modernos y, sobre todo, de blandos. Sin embargo, bastantes de aquellos chicos "blandos" vivían al filo de la calle, escribiendo en sus propias vidas uno de los capítulos más lúgubres del pop de nuestro país.Tras el fin de Nacha Pop, Antonio Vega comenzó su propio camino como solista, ya disfrutando del sonido de la guitarra como protagonista principal junto a su voz y esas canciones por momentos evanescentes y luminosas, por momentos densas y oscuras: No logró grandes ventas en este periodo pero su leyenda se fue engrandeciendo con cada nueva entrega y su público le seguía con devota fidelidad. Una leyenda sustentada en dos pilares: el de sus adicciones –son incontables, inenarrables e impublicables las anécdotas, algunas de ellas de una enorme sordidez, que sobre Vega circularon durante años en el mundillo musical, especialmente en su vertiente discográfica–, que le dotaba de un aura de maldito sobreviviente, y la de excelente compositor, llegándole a comparar –a mi entender exageradamente, pues sus discursos narrativos poco tienen que ver– con Joan Manuel Serrat.Antonio, pese a todo, seguía ahí, de pie, saltando de discográfica en discográfica, colaborando en discos ajenos, participando en tributos, saliendo entero del incendio de su domicilio, viviendo en hoteles, superando la muerte de su más querida compañera... Al final, su último disco de estudio –marcado precisamente por dicha muerte–, 3.000 noches con Marga (2005), fue una de sus obras más logradas, una de sus mejores colecciones de canciones –claras, directas, terrenales– y uno de sus trabajos más libres. Y hasta de esas colaboraciones desperdigadas por aquí y por allá quedó un trabajo de lo más interesante y entrañable, Escapadas (2004). Un álbum en el que brillaba, sobre todo, el Antonio Vega vocalista. Y bien estaba que dicha faceta fuera reivindicada, pues el intérprete siempre fue eclipsado por el compositor.Últimamente, tras la gira de regreso de Nacha Pop y apunto de comenzar la secuela de la misma, Antonio Vega se enfrentaba a los escenarios él sólo con su guitarra, con esa imagen que a mí me ponía un poco tenso y que a él le hacía parecer más frágil que nunca, reconvertido en una suerte de cantautor pop ya que siempre fue un compositor de hechuras clásicas y eso permitía la permeabilidad de sus canciones. Casi todos los conciertos se estaban grabando en vistas a la edición de un directo (y con todos los que se registraron debe de haber material para varios CDs) que ya será obra póstuma.Ahora es tiempo de grandes titulares, de llenar espacios hablando de Antonio Vega en medios generalistas. Y uno se pregunta qué pasaría si esos mismos medios, habitualmente tan refractarios al pop, dedicaran tal derroche de adjetivos –y de lugares comunes...– en vida de los creadores. Si el espacio que hoy ocupa la muerte de Antonio –similar al que se lleva el fútbol todos los días– fuera de uso corriente y diario. Tal vez sucedería que en este país se consumiría menos música intrascendente y, con ello, ganaría la higiene mental de todos nosotros.En breve será tiempo de homenajes, de recopilatorios (¡el 15 de mayo, pasado mañana, sólo tres días después de su muerte, sale el primero!) y de obra inédita. Todo está inventado. El pop, como la vida, debe seguir su camino ante la muerte.

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