sábado, 23 de mayo de 2009

Magia y precisión. Verano del 81

Hoy tendría que estar hablando de la maravillosa ciudad de Praga y su magnífico maratón. Tendría que estar hablando de anécdotas por sus calles, de vivencias con mis amigos, de kilómetros, de sufrimiento por sus calles, de tiempos. Tendría que estar hablando del Moldava, de la plaza de la ciudad vieja o del reloj astronómico. De la cerveza, del agua, de las mujeres checas… Lo tenía todo hilvanado, todo en la cabeza. Tenía las historias preconstruidas y las palabras delimitadas, pero todo se me ha venido abajo. No quiero decir que no vaya a hablar de ello, lo haré, pero ahora no. Hoy prefiero hablar de Él.

Corría el verano de 1981. Yo tenía 14 años y me encontraba en la plaza de Palenzuela junto a Miguel. Entonces llegó nuestro amigo Kaklis con su peculiar forma de caminar: las manos en los bolsillos, casi arrastrando los pies y esa cadencia en sus caderas que le hacía ladearse de uno a otro extremo. Nos empezó a hablar de un grupo que hacía pocos meses había sacado un disco… Se llamaban Nacha Pop, y según Kaklis “eran la hostia”. Miguel y yo, que por aquel entonces estabamos inmersos en la música heavy de AC-DC, oir hablar de un grupo de pop no nos convencía, así que no le hicimos mucho caso. Eso sí, Kaklis consiguió que me llevara la casette a casa para que pudiera escucharlos. La primera vez que sonó la casette recuerdo que pensé que aquello era una porquería, así que lo dejé de lado. Pero algo sucedió al día siguiente. Cuando me desperté, en mi cabeza sólo existía una melodía que no podía sacar de allí, esa melodía decía: “Por el día alguien con quien no vivir. Por las noches alguien con quien no dormir. La tristeza en el bolsillo y la careta de cartón, esperando que regreses antes de que salga el sol…” Aquello era la primera canción que aparecía en el disco de Nacha Pop que me había pasado Kaklis. Sin saberlo, estaba atrapado, sin solución. Aquel verano del 81 mi vida, sin yo saberlo, acababa de cambiar. A los 14 años uno no se da cuenta de estas cosas, yo lo supe más tarde, a medida que las letras de Antonio se iban metiendo en mis venas y hacían percutir mi corazón para lanzarlas a todos mis sentidos. Aquel verano del 81 aprendí a sentir. Muchas personas marcan tu vida en muchos sentidos, y supongo que al igual que para muchos otros, Antonio cambió mi vida también. Recuerdo que mi letra terminó de delimitar su forma el día que en el “Buena Disposición”, vi escrita su letra. Siempre dije que si en algún momento se me ocurrió plasmar sobre un papel lo que sentía, fue gracias a Él. Él, sin saberlo, me había enseñado a sentir, a ver el mundo y la vida de otra forma, es por eso que mucho de lo que soy, se lo deba a Él. Me cuesta escribir todo esto, tengo suerte de que el post sea escrito porque de ser hablado me resultaría imposible hacerlo. Me resulta impososible creermelo, por mucho que siempre dijera “Antonio cualquier día nos da un disgusto…”, Él era como el Ave Fenix, siempre volvía, se acostaba junto al cielo y reinventaba las estrellas. Ayer, cuando iba al colegio a recoger a mi hijo, al escuchar: “hoy es un día triste para la música”, en las noticias, sin saber de quién hablaban, el estómago me dio un vuelco, y al escuchar en la radio los primeros acordes de “La chica de ayer”, sólo pude decir: “¡mierda!”. Sé que estos días se dirán muchas cosas sobre Él. Muchas serán verdad, la mayoría no. Sé que se hablará de su vida, pero a mi me interesa como persona, me intersa por su trabajo, me interesa porque posiblemente, y sé que no me equivoco, se trate del mejor compositor y letrista que hemos tenido. Donde los demás hacían una buena canción, Él construía magia con precisión. No tenía una gran voz, no le hacía falta, pues sabía cómo transmitir con ella, su cadencia le hacía único y dejaba a flor de piel su sensibilidad y la nuestra. Para Él la vida no era un amago, le gustaban los extremos y tal vez lo peligroso y quizas de esa mezcla junto a su fragilidad, hizo que surgieran cosas que se desbocaban entre los acordes que salian entre sus dedos y el resto del mundo. Los últimos años no furon buenos para Él, la muerte de Marga le dejó muy tocado, y se aisló más de lo que ya estaba. Estaba tan fuera del mundo que ni si quiera había visto la magnífica cuña de “Lucha de gigantes” que aparecía en el film “Amores perros”, una delicatessen que Alejandro González quiso incluir por puro capricho, pues la película no avanza nada con ello, sólo se recrea. Toda la aureola que se creó sobre Nacha Pop no se correspondía con la realidad, sus ventas de discos eran mediocres y cualquier formación de aquella época les superaba en ventas. De hecho, su discográfica Hispavox, les dejó tirados en el 83 y ellos, a punto de tener que abandonar. Los rescata una de las primeras independientes de nuestro país, Dro y con ellos graban un extraño “Más números otras letras” con muy escasa repercusión. Debido a ello, Dro intenta deshacerse de ellos, pero entonces apareció Antonio con una de las más maravillosas canciones que tal vez haya escuchado “Una décima de segundo”, que sería incluida en un maxisigle con otras delicias como: “Escala real”, “Magia y precisión” y “Pagas caro mi humor”. No quiero olvidarme de la version incluida en ese maxi de “Una décima de segundo” con tan solo la voz de Antonio y los teclados de Teo Cardalda… una canción que se grabó sin querer, pues ellos no sabían que estaban siendo grabados en el estudio. Recuerdo que en el verano del 87 leí una crónica de cuando los Nacha Pop tocaron en la Monumental de México, el púbiclo les hizo tocar tres veces “Lucha de gigantes”, y recuerdo el primer concierto en el que les vi en Valladolid, y el primero de Antonio en solitario en Leganés, y el último de Nacha Pop en Madrid en el 88… Y por suerte la vida me dejó verle por última vez sobre un escenario hace apenas dos meses en uno de sus últimos y mejores conciertos (luego dió dos más), y la vida también me dejó que mi hijo lo viera sobre un escenario a la misma edad que yo tenía cuando comencé a admirarle. Ayer por la mañana, cuando escuché la noticia, la imagen de Kaklis hablándome de Él hace 28 años, me volvió a la cabeza y de repente, me di cuenta de que me había hecho mayor… Te quiero Antonio.

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