lunes, 18 de mayo de 2009

Antonio Vega: el rompedor de quinielas

Hoy ha muerto en Madrid, a los 51 años, para mí el mejor compositor de la historia de este país: Antonio Vega.

Y hoy que ha muerto, me vendrá mucha gente diciendo “te lo avisé”, “con lo mal que se le veía es normal”… mismos comentarios que ocasionaron en 1993 un homenaje de los artistas que pensaban que se estaba muriendo, muchos de los cuales ya no están. Pero no han sido las drogas las que se lo han llevado, ha sido un cáncer de pulmón, una vez más has roto quinielas, Antonio.

Sin duda que ha sido un rompedor de quinielas: las de los que hace años fueron a verle una vez “por si acaso no volvía a tocar” y hoy se les quedan cortos los dedos de las manos al contar las veces que han disfrutado de sus conciertos. Rompió las quinielas de los que aseguraron que tras la muerte de su mujer (a la que definió como “La mujer que despertó mi corazón dormido, la que redibujó mi sonrisa y despertó mi risa”), en 2004, no volvería a tocar… No sólo lo hizo sino que un año después estaba sacando su mejor disco de estudio, demostrando al mundo que la fuerza se lleva por dentro. Destrozó los pronósticos de los que creían que no podría durar más de 40 minutos en el escenario… desde 2005 tocó unas 140 veces, sólo en una se bajó del escenario antes de la hora y media. Y sobre todo calló la boca a los pregoneros de la muerte por sobredosis porque al final le ganó la batalla a las drogas.

Se definió como un músico “poco prolífico”, no le gustaba sacar discos porque sí. Su etapa en solitario se cierra con 5 grabaciones de estudio, un directo y un gran repertorio de colaboraciones con Miguel Bosé, Rosario, Elefantes, Ketama, Amaral, Los Secretos, Joan Manuel Serrat, Enrique Urquijo, Luz Casal, Hombres G, José María Granados, Burning, El Arrebato, Ella baila sola, Conchita, La loca María, Los Limones, Pedro Andrea, Cómplices, Tontxu… y es que todos querían cantar con él, con el número uno, porque nadie transmitía con tanta facilidad en las canciones.

Nunca cayó en los tópicos de los músicos españoles. Contrario al aborto o la eutanasia (“No somos quienes para decidir cuándo terminar con nuestra vida, tenemos el compromiso y la obligación de luchar hasta el final”), apasionado de la Astronomía y la Física, siempre pidió que se le clasificara como músico y nunca como cantautor, odiaba las connotaciones políticas que llevaba esa etiqueta. Ni un solo tema de Antonio tiene denuncia social ni intenta manipular, él se limitó siempre a relatar sus pensamientos, sus sensaciones. A diferencia de Enrique Urquijo, sus canciones no son tristes, sí intimistas. La mejor prueba de que no era una persona triste la tenemos en su último disco, homenaje a su mujer “3000 noches con Marga” en el que, a pesar de la pérdida, escribe mensajes positivos: “Te espero porque volverás, tal vez me dé la vuelta un día y estés tú detrás” o “Lo que la vida nos dio, ni la distancia ni el tiempo nos lo quitó, pues de los dos nació la historia de la Tierra y de Orión”.

Sus escasas palabras encima de un escenario llevaron a parte de su público a pensar que o no estaba bien o que pasaba de todo, aunque a veces sorprendía contando alguna historia, como esta en Joy Eslava sobre porqué le gustaba de joven el montañismo. Nada más lejos de la realidad, era simplemente otra forma de actuar, ni mejor ni peor. En una entrevista declaraba que los que realmente le conocían sabían que era hablador, bromista, pero que encima de un escenario buscaba la máxima concentración y que su manera de comunicarse con su público era a través de las canciones.

Su deterioro físico a consecuencia de casi 20 años de adicción a la heroína, aumentaron la leyenda negra que siempre le ha rodeado y contra la que se cansó de luchar. El punto máximo llegó en Junio de 2006 en Madrid, durante la celebración del 40 Aniversario de los 40 Principales. Eran muchos los que llevaban años sin verle y el golpe que supuso verle delgado, sin dentadura y encorvado fue grande. Su página Web oficial registró ese día el mayor número de visitantes, la mayoría nuevos que querían saber qué le pasaba, augurando algunos que esa había sido su última actuación. Una sola vez salió al paso de los continuos rumores y fue, cómo no, en una canción titulada “Un día y otro”: “Esta gente no tiene nada mejor que hacer, que pensar qué es lo que tengo o dejo de tener…/… que uno se calla cuando se ignora la verdad.

Ajeno a esa polémica, Antonio Vega siguió llenando cada teatro y sala de España. Los comentarios de los asistentes siempre giraban en torno a una idea: transmite una fuerza y una emoción en el escenario vistas a pocos músicos. En Mayo de 2007, junto con su primo Nacho García Vega, anunciaba que Nacha Pop se volvía a unir para una gira veraniega de 25 conciertos. Las dudas volvieron a surgir: ¿aguantaría Antonio Vega hasta el final?, una vez más rompió quinielas y no sólo aguantó, también hizo revivir y recordar a mucha gente los mejores años de sus vidas, los 80. La gira terminó el 26 de Octubre de 2007 en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid con un concierto increíble, más de 10.000 personas disfrutaron de un espectáculo que quedó grabado en el DVD “Nacha Pop 80-08, recomenzando”.

Tras la gira, Antonio decidió poner punto y final a Nacha Pop y volver con sus proyectos en solitario y colaboraciones con amigos, como la que hizo con el grupo de jazz “Yuri Gagarin” liderado por sus amigos Basilio Martí y Angie Bao. Siguió llenando salas y teatros, empezó una nueva gira en la que iba a grabar varios temas nuevos. Finalmente sólo pudo presentar una: “Antes de haber nacido”, pero en esa gira se pudo ver además a un Antonio con energías renovadas, dándole nuevo aire a temas de fantasía como “El sitio de mi recreo” y modificando el repertorio.

Tuve la oportunidad de saludarle en varias ocasiones. Recuerdo especialmente una vez, fue en 2006 en la Sala Clamores: entré en su camerino algo nervioso, no sabía qué decirle. Se debió de dar cuenta así que sacó él la conversación: “¿De dónde vienes?” Me preguntó mientras tomaba una Fanta de naranja y comía uno de sus grandes vicios, las palomitas de maíz. Le dije que venía de Segovia y me respondió: “¿Y qué haces, te vuelves ahora en coche o te quedas a dormir en Madrid?” Después le pregunté que cuándo sacaría otro disco y me dijo que estaba en ello, que para el año próximo. Le di la mano, le deseé suerte y me fui todo contento con la foto que me hice.
Recuerdo cuando me firmó el disco "Anatomía de una ola", me escribió "Para Alberto, el mejor abrazo de Antonio Vega". Recuerdo que mi nombre lo escribió en minúscula y cuando me iba a devolver el disco, lo puso otra vez encima de la mesa y cambió la "a" por una "A", y es que para Antonio todo lo que escribía tenía un valor enorme.

La humildad que destilaba era enorme y la timidez que siempre le acompañó le hizo aún más grande. Creo que no estaba cómodo cuando sus fans le agasajaban, estoy seguro que pensaba algo así como “No he hecho nada especial para que la gente me quiera tanto”… porque ¡vaya si le querían! Cada dedicatoria que Antonio escribía en un disco a un fan era un pequeño tesoro para el que lo recibía. Recuerdo especialmente una a un seguidor madrileño que decía: “Fede la línea del tiempo nos ha conducido al encuentro hoy en Salamanca y a la nueva apuesta por un futuro que ya es realidad. Esperanza es palabra pobre para lo que albergamos en nuestros corazones y ahí, estás tú. Tu colega Antonio Vega.” O esta otra para su mujer Marga, años antes de morir: “Tú delante, yo detrás y, entre los dos, el sentido de nuestras vidas, seguimos nuestro camino. Marga: mujer toda de un gesto tallado en pluma, mujer, te quiero”

A alguno que otro le hubiera gustado que su muerte fuera de otro tipo para aumentar su leyenda y quién sabe si ganar dinero a su costa. Pero hasta en eso ha roto las quinielas de los agoreros que le veían ya tirado en un portal, hasta en eso has vencido, Antonio. En su último concierto en Bilbao, tras tocar un tema antiguo titulado "No me iré mañana" avisaba: "Esta canción es de hace mucho tiempo, pero me da la sensación que igualmente la podría haber escrito hoy", y es que no se quería ir hasta por lo menos pasado mañana

Y hoy que se ha ido empezarán a salirle homenajes, todos dirán que fue el mejor, las mismas palabras que nos dirán a todos cuando nos toque pirarnos. Pero los que llevamos tiempo escuchándole y siguiéndole allá donde fuera, lo único que haremos será usar la palabra que él más utilizaba en los conciertos: GRACIAS… por El Sitio de mi recreo, El elixir de juventud (¿Quién nos llamó, qué pudo ser? Nos puso de la mano desde el primer día”), Se Dejaba llevar, Lucha de gigantes (“Creo en mis tonterías para hacer tu risa estallar”), Una décima de segundo, Me quedo contigo, La Chica de Ayer, Mis dos amigos ("El tiempo corre a su favor, lo sé soy el observador, me gusta verles cuando está detrás el Sol"), Como la lluvia al sol ("La distancia me hace recordar que tú y yo somos fieles al latir de nuestro corazón, su dictado es tu mejor canción...) Estaciones (“Y por eso vivo el día, día simple día claro, vivo al menos sin temores, sin el miedo de gozar…”), Seda y hierro (“Nunca le han faltado a nuestro amor para estar vivo razones”)… porque lo bueno que tienen las grandes canciones es que perduran en el tiempo más allá de sus autores. Yo me quedaré con el recuerdo de los 13 conciertos a los que fui a verle, cada uno diferente al anterior, aunque fueran las mismas canciones, pero diferente. Recordaré lo que disfruté en cada uno y los grandes amigos que hice en ellos. Y me quedaré con ese “Elixir de juventud” que hizo que con 12 años empezara a conocer a un gran músico y por caer en el tópico, mejor persona. Como decía siempre al terminar:

“¡Hasta siempre, gracias!


Nos acompañaba, le acompañábamos, y juntos íbamos.

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