jueves, 28 de mayo de 2009

La calle del olvido

Arancha Moreno. 28/05/2009

Han pasado dos semanas. Las flores se repartieron por todos sitios; Antonio Vega fue despedido como merecía: con muchas muestras de cariño, de los suyos y de los que alguna vez le sintieron suyo. De amigos y desconocidos. De conocidos e incondicionales, que, a pie de escenario, pasaron tantas veladas acompañándole todos estos años.
Las heridas comienzan a cicatrizar; a unos les costará más que a otros. Es lógico, ley de vida. Se hablará de él mucho tiempo; se le recordará en sus canciones; cada vez que alguien disfrute o descubra El sitio de mi recreo, Se dejaba llevar, Lucha de gigantes, Chica de ayer, Una décima de segundo, Anatomía de una ola, Estaciones, Tesoros, Elixir de juventud, La última montaña y otras tantas más. Algunos le recordarán también cuando descubran, en las estanterías de supermercados y tiendas, los discos de Nacha Pop, más presentes ahora aprovechando el suceso, como también está presente en muchas estanterías esa oportuna y oportunista colección de canciones ‘Antonio Vega 1980-2009’, anunciada a los medios la misma tarde de la defunción de Antonio, y publicada tan sólo tres días después. También le encontrarán en los famosos politonos, donde nunca incluyeron una canción suya hasta ahora. Y en muchos lugares.
Hay un sitio donde se le recordará físicamente, un lugar cercano al Penta, la confluencia de calles de Malasaña, entre Fuencarral y la Corredera Alta de San Pablo. Allí rezará el cartel con su nombre, la plaza de Antonio Vega. Lo votaron todos los grupos del Ayuntamiento de Madrid, por unanimidad. Se lo merecía, ¿verdad?
Algo me ronda la cabeza desde entonces, algo que seguramente habrá rondado otras muchas cabezas, pero que aún no he visto escrito en ningún lado (tal vez lo esté). Muchos hemos retrocedido diez años en el tiempo, y nos hemos acordado del último noviembre de los años 90, el noviembre que perdimos a Enrique Urquijo. Creo que entonces no era tan consciente de quién se iba, pero lo fui con el tiempo. Le descubrí con sus canciones, sus secretos y sus problemas, y le admiré. Me emocioné con Ojos de gata, Pero a tu lado, La calle del olvido, Y no amanece, Agárrate a mi María, Buena chica, Colgado, Otra tarde y el Déjame. Y luego buceé en muchos sitios, en internet y en libros. Leí sobre el tema. Leí esas partes oscuras que le sacaron a Enrique, y que han intentado sacarle a Antonio algunas veces (y que por desgracia, quizá acaben saliendo). Noté el cariño que se le sigue teniendo en muchos sitios, un cariño similar al que se le tiene a Antonio. Dos personas muy especiales, con mucho talento, mucha magia, mucha sensibilidad y una obra increíble, que nos acompañará siempre, y de la que aprenderemos durante mucho tiempo.
Pasé por aquel portal, el número 23 de Espíritu Santo, donde encontraron a Enrique. Y me pregunté porqué esa calle no se llamaba Enrique Urquijo. Me pregunté porqué no habían llamado Enrique Urquijo a ninguna de las miles de calles que tiene nuestra ciudad, a las que muchas veces ponen nombres absurdos. Me pregunté por qué motivo, cuando se fue Enrique, no hubo ni propuesta en el ayuntamiento, ni unanimidad. Me pregunté porqué, y la respuesta que me vino a la cabeza no me gustó nada. Creí que los homenajes eran una muestra de gratitud hacia la obra que nos dejaron, pero parece que también tienen que ver con las distintas formas de marcharse, que por cierto, ninguno eligió. Me pareció triste esta distinción.
Ojalá pronto pueda recorrer la calle de Enrique Urquijo. Y que esté cerca de la de Antonio, para que estén juntos.(comentar noticia)-->

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