16.05.09 - IGNACIO DEL VALLE ESCRITOR
Un artista maldito, de culto o secreto, únicamente es un artista que desea con toda su fuerza ser bendito, notorio y multitudinario, es decir, desea el éxito como todo hijo de vecino, y que le admiren y que le reconozcan y todo lo que es humano. Esto es loable y no reprochable. Otra cosa es que mientras se halla en el lado de la sombra se cree una imagen de marca para venderse en el mercado hasta que suene la flauta y si suena, lo ideal es mantener luego ese aura maldita y de auténtico aunque tu cuenta corriente parezca un decimal de Pi. Ya digo, esto es normal, lo único que subrayo es que tienes que ser consciente del asunto, porque el negocio trata del engaño, no del autoengaño.
Antonio Vega seguramente estaba harto de que le encasillaran con el adjetivo de maldito y frágil y que cada vez que miraba no veía las calles de Madrid, sino que 'contemplaba el paraíso'. Antonio tuvo la mala o buena suerte de encontrarse en el batiente de la movida donde todo era ruido y furia y la muerte andaba disfrazada de papelina contando el cuento de que para ser creativo hay que vivir una temporada en el infierno. Este cuento se lo creyeron Sid Vicious, Jim Morrison, Charlie Parker, Keith Moon, Brian Jones, Kurt Kobain... y, últimamente, vimos a la fantástica Whitney Houston destrozada en todos los sentidos, o a Amy Winehouse, que parece que quiere coger el testigo. Que el desorden acompañe al talento sólo quiere decir que a veces éste es tan poderoso que sobrevive a ese desorden, así que imagínense lo que hubieran podido dar sí se hubieran atado al trinquete y se hubieran tapado los oídos con cera. No obstante, ni todos los genios sobreviven, ni todos los que sobreviven son genios, si entienden lo que quiero decir.
Seguro que Antonio Vega quería ser feliz y no cabalgar ese caballo que te susurra al oído que más allá del arco iris hay un mundo sin dolor y que, al igual que el hada verde de la absenta, después del primer vaso uno ve las cosas como le gustaría que fuesen, después del segundo se ven las cosas que no existen, y finalmente uno acaba viendo las cosas tal como son, y eso es lo más horrible, como decía Wilde. En general, todas las drogas deberían servir para pasarlo bien, no para demolerte, y menos para que los malotes o los adolescentes del arte defiendan que ellas te escriben las canciones.
Se ha ido un pedazo de compositor, al que yo recuerdo muy hecho polvo cantando 'El sitio de mi recreo' con Miguel Bosé, cuando éste sacó 'Papito' en un especial de la 'tele'. Bosé acabó llorando. Yo casi. Sentí un nudo en la garganta -el mismo que sintió el gran Miguel cuando se iban turnando las voces en una especie de oasis mágico-, debido a partes iguales a la belleza del momento, como a ser testigo de aquel ser cansado, condenado irremisiblemente, que ya sólo podía contemplar una vida por la que era incapaz de pelear. Descanse, de una vez, en paz.
Un artista maldito, de culto o secreto, únicamente es un artista que desea con toda su fuerza ser bendito, notorio y multitudinario, es decir, desea el éxito como todo hijo de vecino, y que le admiren y que le reconozcan y todo lo que es humano. Esto es loable y no reprochable. Otra cosa es que mientras se halla en el lado de la sombra se cree una imagen de marca para venderse en el mercado hasta que suene la flauta y si suena, lo ideal es mantener luego ese aura maldita y de auténtico aunque tu cuenta corriente parezca un decimal de Pi. Ya digo, esto es normal, lo único que subrayo es que tienes que ser consciente del asunto, porque el negocio trata del engaño, no del autoengaño.
Antonio Vega seguramente estaba harto de que le encasillaran con el adjetivo de maldito y frágil y que cada vez que miraba no veía las calles de Madrid, sino que 'contemplaba el paraíso'. Antonio tuvo la mala o buena suerte de encontrarse en el batiente de la movida donde todo era ruido y furia y la muerte andaba disfrazada de papelina contando el cuento de que para ser creativo hay que vivir una temporada en el infierno. Este cuento se lo creyeron Sid Vicious, Jim Morrison, Charlie Parker, Keith Moon, Brian Jones, Kurt Kobain... y, últimamente, vimos a la fantástica Whitney Houston destrozada en todos los sentidos, o a Amy Winehouse, que parece que quiere coger el testigo. Que el desorden acompañe al talento sólo quiere decir que a veces éste es tan poderoso que sobrevive a ese desorden, así que imagínense lo que hubieran podido dar sí se hubieran atado al trinquete y se hubieran tapado los oídos con cera. No obstante, ni todos los genios sobreviven, ni todos los que sobreviven son genios, si entienden lo que quiero decir.
Seguro que Antonio Vega quería ser feliz y no cabalgar ese caballo que te susurra al oído que más allá del arco iris hay un mundo sin dolor y que, al igual que el hada verde de la absenta, después del primer vaso uno ve las cosas como le gustaría que fuesen, después del segundo se ven las cosas que no existen, y finalmente uno acaba viendo las cosas tal como son, y eso es lo más horrible, como decía Wilde. En general, todas las drogas deberían servir para pasarlo bien, no para demolerte, y menos para que los malotes o los adolescentes del arte defiendan que ellas te escriben las canciones.
Se ha ido un pedazo de compositor, al que yo recuerdo muy hecho polvo cantando 'El sitio de mi recreo' con Miguel Bosé, cuando éste sacó 'Papito' en un especial de la 'tele'. Bosé acabó llorando. Yo casi. Sentí un nudo en la garganta -el mismo que sintió el gran Miguel cuando se iban turnando las voces en una especie de oasis mágico-, debido a partes iguales a la belleza del momento, como a ser testigo de aquel ser cansado, condenado irremisiblemente, que ya sólo podía contemplar una vida por la que era incapaz de pelear. Descanse, de una vez, en paz.
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