domingo, 17 de mayo de 2009

Antonio Vega

Salvador Gutiérrez Solís Actualizado 17.05.2009

ALGUIEN dijo una vez: vive rápido, muere joven y tendrás un bonito cadáver. Una frase que se ha aplicado, y mucho, desgraciadamente, al mundo del rock, pero del que tampoco se escapan el del cine, artes plásticas o la literatura. Si tiramos de memoria, son muchos los ejemplos para ilustrar esta frase. James Dean, Kurt Cobain, Sid Vicious, Antonio Flores, David Foster Wallace… y tantos otros. Algunos de ellos ya forman parte del imaginario de nuestra cultura más reciente. Iconos, mitos, imágenes, héroes, "malditos", modelos que escapan del dictatorial paso del tiempo y que permanecen en nuestros recuerdos. Vidas al límite, vidas diferentes, en demasiadas ocasiones determinadas por los excesos y las adicciones. Muchos de estos nombres son el argumento perfecto para una película, biopic las denominan, biografía o demás, en las cuales nos ofrecen, habitualmente, retratos estereotipados y planos de los personajes, sin introducirse en las profundidades. Antonio Vega ha muerto esta semana, La chica de ayer ha sido la banda sonora de los últimos días. Los periódicos e informativos nos han vuelto a hablar de ese chico tímido de ojos asustadizos, nos han recordado su trayectoria, nos han repetido sus títulos más emblemáticos, han insistido en su enfermedad. En España tenemos una especial querencia por los muertos, les otorgamos una reverencial consideración, encalamos sus lápidas, magnificamos sus vidas, nos gusta exhibirlos ante el público, los llevamos en multitudinaria procesión hasta el cementerio. En España, especialmente, la muerte canoniza, es un estatus superior, es un ascenso en este ejército desorganizado que es la vida. Antonio Vega ya es un nuevo general en el batallón de los héroes muertos. Desde el martes contamos con una nueva leyenda.
Antonio Vega es uno de los nombres más singulares del panorama musical español durante las últimas décadas. Sus comienzos no pudieron ser más brillantes, como alma de Nacha Pop, sus dos primeros discos desbordan talento, frescura y modernidad. Nacha Pop supo traer a la lánguida España de aquellos años la oxigenada rebeldía de la New Wave, el brillo de las guitarras del Knopfler de Dire Straits, el gusto por la composición y la armonía. Diez años después, agotado prácticamente el discurso, Nacha Pop decidió poner punto y final a su trayectoria. Antonio Vega, en su carrera en solitario, cualitativa y cuantitativamente, es tremendamente irregular, y así alterna grandísimas canciones con otras menores, que casi caben entenderse como el relleno mínimo exigible para alcanzar la duración aceptable de un disco. Cierto crítico decía que sólo los genios se equivocan, que el resto de los mortales siempre habitamos en la mediocridad. La producción en solitario de Antonio Vega siempre me ha generado este sentimiento, capaz de lo mejor y de lo peor; un "mejor" que nos ofreció con cuentagotas, como un elixir exquisito que cuesta mucho tiempo elaborar y que sólo somos capaces de disfrutar cada mucho tiempo, cuando hemos comenzado a olvidar los efectos del anterior. El regreso de Nacha Pop se puede entender como una mera anécdota, pero también como un regalo a todo ese público que conoció y tarareó sus canciones cuando la banda ya había desaparecido varios años antes.
Conocí a Antonio Vega en tres ocasiones, distantes en el tiempo, y en todas ellas fue como hacerlo por primera vez -tanto física como personalmente-. Olvidadizo, excesivamente tímido o permanentemente instalado en su propio mundo. En la tercera ocasión, hace un par de años, su aspecto físico ya era alarmante, anticipaba lo que esta semana se ha producido. Porque aunque Antonio Vega murió el pasado martes, los homenajes funerarios comenzaron hace ya muchos años. Siempre habitó un universo muy íntimo, a millones de kilómetros de distancia de quienes le rodeaban, lejos de las leyes de los hombres, en el sitio de su recreo. Tras la muerte de su pareja, Antonio Vega elevó aún las murallas que rodeaban su mundo, eludiendo premeditadamente la realidad. No sé si Antonio Vega vivió muy rápido, no sé si le preocupó alguna vez tener un bonito cadáver. Tampoco sé si compuso algunas de sus canciones con afán de permanencia. En cualquier caso, siempre le recordaremos, y su voz será la susurrante banda sonora de una época de nuestras vidas.

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